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Parc Agrari del Baix Llobregat, un futuro de casinos o campesinos
Jueves, 13 de Septiembre de 2012 10:53

Ernest Cañada, Jordi Gascón y Xavier Montagut

Definitivamente el proyecto Eurovegas no se hará en Catalunya. Los representantes de Las Vegas Sands Corp. han anunciado por fin su emplazamiento en Madrid. Sin embargo, sigue siendo pertinente analizar y reflexionar sobre la propuesta que la Generalitat de Catalunya ha estado defendiendo estos meses pasados. En primer lugar porque los efectos nefastos del modelo de Eurovegas continúan, sea el que sea su emplazamiento final. En segundo lugar porque el modelo especulativo y fracasado que se nos proponía con Eurovegas, ahora parece quererse aplicar, con nuevos ropajes, en las tierras de Tarragona. En tercer lugar, porque la elección por Madrid no implica la preservación del Parc Agrari del Baix Llobregat: éste sigue siendo objeto del deseo de los especuladores. El peligro parece que se ha alejado puntualmente pero no ha desaparecido. Y finalmente, quizás la razón más importante, porque no deberíamos renunciar a la posibilidad que el Parc Agrari ofrece para plantear un desarrollo socialmente enriquecedor y ecológicamente sostenible basado en la recuperación de nuestra soberanía alimentaria. La lucha contra Eurovegas ha descubierto a muchos ciudadanos y ciudadanas que una agricultura agroecologica, de proximidad y practicada por pequeños agricultores, es posible, y que es la mejor garantía para que no vuelva a ponerse en peligro nuestra tierra, su riqueza y el bienestar de las gentes que la habitamos y trabajamos.

Las Vegas Sands Corp. mira hacia el Sur de Europa

Entorno al proyecto Eurovegas se han generado grandes expectativas sobre los enormes beneficios que se podrían reportar a corto plazo, y especialmente en términos de empleo. En Eurovegas coinciden los imaginarios de las oportunidades que supuestamente ofrecen los megaproyectos lúdicos, el turismo de masas o las actividades vinculadas al juego. Coinciden los relatos en torno a reclamos extraordinarios que prometen la llegada de grandes flujos de dinero del exterior.

La posibilidad de generar grandes beneficios sociales, en un contexto de crisis especialmente grave, es presentado por las autoridades públicas como un argumento definitivo, que no admite contradicción, y que justifica todo tipo de subvenciones y subsidios públicos. Esta debilidad de los poderes públicos es especialmente buscada y aprovechada por especuladores, que ven en el actual contexto una excelente oportunidad para hacer negocios. Resulta alarmante que algunas de las exigencias de Las Vegas Sands Corp., como gozar de restricciones fiscales y mantener la opacidad sobre sus operaciones, no suponga un obstáculo grave para el gobierno de CiU. Más aun cuando sobre el magnate Sheldon Adelson y su empresa pesan algo más que sospechas de estar vinculados al blanqueo de dinero o la evasión fiscal.

Todos estos elementos recuerdan demasiado a otros “pelotazos” que ahora estamos pagando todos: la burbuja de la construcción tanto en su faceta de inmobiliaria como en la de las grandes infraestructuras públicas (AVE, aeropuertos, autopistas,…). Esta burbuja, alimentada por financiación de los grandes bancos del Norte de Europa, se desinfló bruscamente al acabarse el crédito fácil. Sin embargo el gobierno de Artur Mas quiere repetir. Y para hacerlo utiliza mecanismo propios de países empobrecidos y sumisos al mercado globalizado: las zonas francas. Las exigencias que ha puesto sobre la mesa de negociación Las Vegas Sands Corp son típicas de este tipo de enclave: desgravaciones fiscales y de las cuotas de la Seguridad Social, reserva de los puestos cualificados al personal de confianza de la empresa, inversiones públicas a su servicio,… Los resultados son conocidos. Los beneficios se van al mundo de las finanzas globales, incluyendo algún especulador local, y en el territorio quedan los desastres ambientales, empleo precario, gastos públicos desorbitados y, si las cosas van mal, deudas impagables. En el caso de Catalunya, este modelo de zonas francas turísticas compite con deslealdad con un modelo de desarrollo turístico sostenido desde el propio territorio y cuyo tejido social y económico verá como se agudiza su actual crisis. Salvo los días de fiesta y en períodos electorales, cuando se disfraza de soberanista, el gobierno de CiU juega un papel de alumno aventajado al servicio de los mercados globalizados. Parafraseando al 15M, se podría decir que “le llaman soberanía nacional y no lo es”.

Es la economía de los “amiguetes”, empresarios y políticos con vinculaciones privilegiadas con el sector público que construyen sus oportunidades de maximizar beneficios a través de sobrevalorar operaciones de compra y venta gracias a las expectativas creadas artificialmente. Se impone sobre la economía productiva una lógica perversa y cortoplacista, donde el humo genera más beneficios que la realidad. Experiencias como las de Marina d’Or, la Ciutat de les Arts, Terra Mítica, el Parque Warner o aeropuertos como el de Castellón o Lleida, entre muchos otros, nos deberían poner sobre aviso.

La inconsistencia de estos “pelotazos” a medio plazo no parece afectarles demasiado, por cuanto los grandes beneficios se hacen en operaciones especulativas sobre los terrenos, la construcción y/o la venta. Para estos sectores, su gestión a medio plazo no parece ser un problema mayor, por cuanto en ese momento ya han obtenido sus beneficios y de lo que se trata es que de su gestión ruinosa se encargue la administración pública o sean asumidas por el sector bancario, que a fin de cuentas es rescatado con el dinero de todos.

Es por esto que otra característica de este tipo de proyectos es que juegan con dinero que no es suyo. Es decir, que más allá de las primeras declaraciones sobre las grandes inversiones que la empresa de Sheldon Adelson iba a realizar, la opinión pública supo tiempo después que en realidad buena parte del dinero del proyecto tenía que ser aportado a través de préstamos bancarios, avalados, cómo no, por el Estado, es decir por todos nosotros.

El Parc Agrari del Baix Llobregat

Pero por descabellado que sea el proyecto, lo peor es lo que destruye. Su instalación en Catalunya hubiera supuesto el desmantelamiento del Parc Agrari que disponemos actualmente en el Baix Llobregat, del que la Generalitat ofreció 800 hectáreas. Unos terrenos demasiado atractivos para escapar al apetito de especuladores locales y extranjeros.

Actualmente el Parc Agrari del Baix Llobregat juega un papel estratégico para la sociedad catalana desde múltiples perspectivas. Ahí se produce el 15% de la producción de huerta de Cataluña, lo que constituye un canal de abastecimiento de alimentos cercanos a la gran área metropolitana nada despreciable. Además da empleo a entre mil quinientas y dos mil personas de forma directa y unas seis mil indirectamente.

Por otra parte, el área es fundamental en el funcionamiento del ecosistema de la Gran Barcelona. Este tipo de espacios agrarios de carácter periurbano son centrales para la interconexión de distintos tipos de territorios y sus ecosistemas (el río Llobregat, la Plana que ha creado durante millones de años, las montañas del Garraf y Collserola, la costa,...) y así mantener la matriz ecológica que permite la conservación equilibrada de los ecosistemas, de sus elementos y biodiversidad, tal como ha puesto de relieve Enric Tello y su equipo de investigación de la Universitat de Barcelona.

La existencia de espacios agrarios ofrece también servicios esenciales a las conurbaciones urbanas como el agua. Al poco de surgir el debate sobre Eurovegas, el alcalde del Prat de Llobregat recordó que si en su ciudad el agua era más barata y mejor que en el resto de la comarca del Baix Llobregat se debía a la existencia del Parc Agrari, que permite el mantenimiento de los acuíferos del municipio, tanto en volumen como en calidad de sus aguas.

El Parc Agrari, auténtico pulmón verde en una zona densamente poblada, se ha convertido también en un espacio de ocio privilegiado para gran cantidad de personas que habitan en la gran conurbación urbana de Barcelona. Aunque no se refleje directamente en la estadísticas macroeconómicas, su contribución a la mejora en la calidad de vida de la población es muy importante. El Parc permite que muchos ciudadanos y ciudadanas puedan acceder de forma gratuita a zonas donde pasear, correr o ir en bicicleta. Finalmente, cabe destacar también las actividades de educación ambiental que se llevan a cabo en el Parc Agrari, con visitas de estudiantes de escuelas del Baix Llobregat y el Barcelonès principalmente, o de promoción de la agroecología, que de forma incipiente ya está teniendo lugar.

Otras opciones, otro desarrollo

Si en lugar de promover operaciones especulativas se mantuviera el Parc Agrari se estaría creando una base formidable para fortalecer los espacios agrarios periurbanos y transformar su producción hacia la agroecología. Los beneficios que socialmente se podrían obtener serían aun mayores que los que se producen en estos momentos. Para ello sería necesario poner a producir parte de las tierras que hoy se encuentran inactivas, y cuyos propietarios están esperando que cuaje una u otra maniobra especulativa, o que consideran que no son viables como explotaciones agrarias en un contexto económico y político que los ahoga. Por otra parte, para muchos agricultores sin tierra que estarían dispuestos a cultivar esas tierras, sus actuales precios las hacen inaccesibles. Si con apoyo público se impulsara un proceso de recuperación productiva de terrenos baldíos, el Parc Agrari podría generar la suficiente masa crítica para impulsar un proceso que fuera más allá de sus límites e impulsar dinámicas semejantes en toda la comarca.

Por otra parte, la conversión hacia una agricultura ecológica incrementaría la generación de empleo. Las cifras sobre el empleo que puede generar la agricultura ecológica son variables, pero todos los estudios coinciden en destacar su mayor capacidad con respecto a la convencional. Así por ejemplo, el informe “Empleo verde en una economía sostenible”, publicado por la Fundación Biodiversidad, calcula ese aumento en un 20% de promedio. De hecho, investigadores de prestigio mundial como Eduardo Sevilla Guzmán o Miguel Altieri han demostrado ya hace décadas que el modelo de producción campesino es más intensivo en mano de obra.

Además, si este proceso fuera acompañado del fortalecimiento de pequeñas empresas de transformación de la producción agraria para su venta en el área metropolitana se podrían incrementar los puestos de trabajo requeridos así como el valor agregado de lo producido en esas tierras. Unió de Pagesos calcula que por cada puesto de trabajo en el Parc Agrari hay actualmente otros tres asociados. De mantenerse esta proporción, habría que multiplicar por tres el incremento de puestos de trabajo que significa la agricultura ecológica.

Al potenciar una comercialización de proximidad y de circuitos cortos que defiende el modelo agroecológico, se lograría también que toda la cadena de valor se quedara en la comunidad local. Algo sustancialmente distinto a otros modelos, cuyos beneficios se concentran en especuladores y en las grandes corporaciones de la agroalimentación, el transporte o la comercialización, y en sus cuentas bancarias o de paraísos fiscales. A su vez, esto permitiría a la ciudadanía reforzar la capacidad de control sobre su alimentación, es decir recuperación de soberanía alimentaria frente a la sustracción que conlleva el dominio de las multinacionales de la alimentación y su comercialización. Y esta capacidad de control de la ciudadanía sobre su alimentación tiene mucho que ver con lo que se hace con su economía, su territorio y sus recursos y, por tanto, con la democracia realmente existente. El secretismo y la falta de transparencia con la que se ha negociando Eurovegas dice mucho de cómo este tipo de procesos especulativos constituye uno de los arietes contra la democracia.

A esto hay que añadir, desde la perspectiva del consumo, lo que significa poder acceder a una alimentación fresca, agroecológica y de proximidad. Supone en primer lugar que la población metropolitana pueda adquirir una alimentación más saludable que la que se ofrece en las grandes cadenas de supermercados. También implica un consumo de energía mucho menor que el que generan los alimentos importados de mercados lejanos. Las 22.000 toneladas de hortalizas producida anualmente supondrían una emisión de más de 5.000 tm de CO2 en transporte (utilizando el índice promedio propuesto por Amigos de la Tierra) a lo que hay que sumar las emisiones generadas por el sobre-embalaje de alimentos que recorren miles de kilómetros.

Si los alimentos de proximidad fueran además cultivados de forma ecológica nos ahorraríamos el gasto en petróleo, y las consiguientes emisiones, producidos por los insumos utilizados en su producción y transporte. Esta reducción del gasto energético aminoraría nuestra dependencia con respecto al petróleo (y su consecuente impacto en la balanza de pagos), disminuiría el volumen de la huella ecológica derivada del modelo alimentario y contribuiría a recortar las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI). En un contexto marcado por el fin de la era del petróleo barato, conocido como peak oil, que supone que el coste de la energía de origen fósil continuará incrementándose es estratégico que las grandes conurbaciones urbanas puedan asegurar su abastecimiento alimentario reduciendo los costes de transporte.

Por otra parte, apostar por potenciar una alimentación de proximidad, gestionada a través de circuitos cortos, implica reducir el peso de un modelo productivo basado en monocultivos para la exportación cultivados con un uso intensivo de agroquímicos que están destruyendo el medio rural y desplazando a las familias campesinas a favor de las grandes plantaciones de producción intensiva no solo en Catalunya si no también en el resto del planeta.

El futuro

Cuando empezamos a escribir este artículo aún no estaba decidido el emplazamiento de Eurovegas. Como ya hemos comentado, a la hora de preparar su redacción final los medios de comunicación aseguran que Madrid ha sido la opción escogida. Pero además de no ser ninguna solución (simplemente serán otros los espacios de vocación agrícola que se verán implicados en la vorágine de la especulación inmobiliaria), el Govern catalán a reaccionado afirmando que buscarán nuevas inversiones de ocio y turismo similares para su ubicación en el Principado. E incluso, para ello, no tiene ningún reparo en buscar el apoyo de personajes como Enrique Bañuelos, tristemente recordado por su papel en los pelotazos urbanísticos levantino y brasileño.

Esto no demuestra otra cosa que Eurovegas no era una posibilidad puntual, sino el modelo de desarrollo por el que la Generalitat está optando. Parecemos abocados a caer, pues, una y otra vez en el mismo error.

Reiteramos: un Parc Agrari reforzado, agroecológico y como punto de dinamización de la agricultura periurbana del Baix Llobregat es un elemento estratégico para un territorio que quiera controlar los aspectos fundamentales de la riqueza que necesitan sus habitantes para vivir, que quiera tener una soberanía e independencia real. Distintos autores han desarrollado y argumentado profundamente la idea de la potencialidad de los agroecosistemas tradicionales para aportar soluciones a algunos de los principales retos que enfrenta la humanidad en un momento en el que coincide el pico del petróleo, la crisis alimentaria, el cambio climático y la crisis financiera internacional. En Catalunya tenemos un potente agrosistema en funcionamiento al lado de un importantísimo mercado como es la Gran Barcelona y podríamos multiplicar su impacto apostando por su conversión hacia la agroecología. Destruirlo para malvenderlo a los especuladores es propio de un gobierno de los peores. Hará falta recuperar el grito de los Segadors: Visca la terra, mori el mal govern!

¿Qué se debería hacer?

En lugar de perder el tiempo y los recursos públicos en este tipo de operaciones especulativas como Eurovegas, las autoridades públicas catalanas deberían centrar su atención en promover y potenciar en el Parc Agrari del Baix Llobregat un gran proyecto de agricultura ecológica cercano Barcelona, con casi cuatro mil hectáreas de extensión en una tierra excelente. En este sentido apuntamos algunas ideas que podrían ayudar a avanzar en este sentido:

Potenciar que el Parque Agrario se consolidara como una escuela de agroecología que ayudar a mejorar la formación técnica de las y los agricultores.

Promover la creación de un banco de tierras en toda el área del Baix Llobregat, de tal manera que jóvenes agricultores sin tierra tuvieran más facilidades para acceder a ella. Para ello se podría recurrir a tierras públicas no utilizadas del propio Parque Agrario y  tierras privadas sin cultivar (no olvidemos que para facilitar el proyecto de Eurovegas se ha considerado la necesidad de expropiar tierras actualmente cultivadas). Sin necesidad de llegar a expropiaciones se podría desarrollar una política de incentivos a las tierras que se dieran en usufructo para el banco de tierras y un sistema de penalizaciones para las tierras ociosas.

Apoyar las estrategias de comercialización que ayudasen a ampliar la demanda y reducir intermediarios entre las y los agricultores y los consumidores finales. Esto haría que una mayor cantidad de beneficios se quedaran localmente e incrementar el número de productores y productoras quisieran dedicarse a la producción agroecológica en la zona. Una forma de impulsar este proceso sería por medio de compras públicas para, por ejemplo, abastecer comedores escolares, hospitales, centros sociales, etc.

Reforzar el vínculo entre el Parque Agrario y los espacios de ocio orientados y accesibles a amplias capas sociales del entorno inmediato, en primer lugar de la propia población del Baix Llobregat y, en segunda instancia, del resto de la población del área metropolitana de Barcelona. En este sentido se podrían desarrollar diversas formas de ocio, como actividades vinculadas a la educación ambiental o el sistema de huertos agroecológicos como el que ya ha impulsado en la zona el ayuntamiento del Prat.

Ernest Cañada es miembro de Alba Sud y el Centre per la Sostenibilitat Territorial, Jordi Gascón es miembro de la Xarxa de Consum Solidari y Acció per un Turisme Responsable y Xavier Montagut es miembro de la Xarxa de Consum Solidari.

 


 
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